EL ESTADO DE NABARRA SOY YO

EL ESTADO DE NABARRA SOY YO

Aitzol Altuna Enzunza



El devenir histórico del pueblo vasco como sujeto político tiene una larga trayectoria con grandes éxitos y rotundos fracasos. Todos ellos, éxitos y fracasos, giran en torno a un solo eje: el Estado. No me refiero, por supuesto, al uso de la palabra “Estado” que hacen algunos políticos y que han introducido en la sociedad vasca para evitar las palabras “España” o “Francia”, en vez de aplicar el término “Estado” al nuestro, a Nabarra. Resulta desafortunado desde un punto de vista político usar el término “Estado” para referirnos a los Estados ocupantes y no al nuestro.

Este rechazo del término “Estado” por creer que sólo existen el español y el francés en nuestra tierra, tiene más calado político del que se piensa y nos hace más daño del que parece. Los vascos hemos empezado a menospreciar el concepto político “Estado” y somos los primeros del mundo en pretender que desaparezcan. Es evidente que no hemos medido bien nuestras fuerzas. Pero nuestro error no viene tanto de ser un pueblo pequeño para semejante empresa, sino de lo equivocado de nuestro planteamiento, fruto de una enseñanza que sólo beneficia a nuestros enemigos. Sólo el desconocimiento de lo que un Estado aporta, nos puede llevar a menospreciarlo o nos puede hacer pensar en el cuento infantil de la desaparición de los Estados. En la historia de la humanidad algunos Estados se han dividido para crear nuevos Estados al existir una correlación equilibrada de fuerzas en su seno (las menos), como en el caso de Checoslovaquia, en otros casos, algunos Estados han creado Imperios tras conquistas y, finalmente, la fuerza de los pueblos sojuzgados ha terminado por crear nuevos Estados. Hoy, todo habitante del planeta tierra, pertenece a un Estado.

La existencia de un Estado justifica la de todos los demás, su poder es tal, que es imposible hacerles frente de cualquier otra forma. Por tanto, como en la máxima de la ciencia física, “Los Estados, desde su nacimiento, no se destruyen ni desaparecen, sólo se transforman en otros nuevos Estados”. Los Estados son la estructura política en la que se articulan los pueblos para defenderse, pero también para poder convivir. Políticamente, renunciar a crear nuestro propio Estado (a recuperar su libertad en nuestro caso), es tanto como abandonar toda esperaza de supervivencia como pueblo, por tanto como sujeto político, supondría, a largo o incluso a medio plazo, aceptar convertirnos en españoles y franceses.

El Estado moderno tiene una serie de características que lo definen, una de las características más importantes es la “soberanía”. La soberanía no se puede dividir, no se puede delegar, es garantía de independencia y es absoluta. No es posible la co-soberanía dentro de un Estado, eso son dos Estados; otro planteamiento es, simplemente, desconocimiento del término político de “soberanía”. Caben uniones de Estados, pero todos salvaguardan su soberanía, es decir, su renuncia unilateral a la esa unión, pues la misma es controlada por los Estados, como sujeto político único y nunca dejarán que sea de otra forma, pues si surgiera una fuerza en su seno que negociara directamente con otros Estados, supondría automáticamente la existencia de un nuevo Estado libre.

No es menos desatinado hablar de “construcción nacional”. Los vascos somos una nación porque creamos un Estado que la moldeó definitivamente; existimos porque creamos un Estado y porque somos un Estado, aunque el mismo esté ocupado. Los diferentes pueblos de substrato vasco anteriores al Imperio Romano, se convirtieron en sujeto político y alcanzaron el nivel de fuerza (es decir, de violencia física en presencia) suficiente para crear el Estado de Nabarra, con un escalón previo como fue Baskonia. Gracias a esa unión política se creó la nación nabarra que en lo cultural es básicamente vasca. Sólo este hecho histórico y no otros, explica la supervivencia del pueblo vasco y de nuestro idioma, el nabarro o euskara. Ya somos una nación y un Estado, sólo necesitamos liberarlos.

La única unidad con sentido político nacional es la que nos lleve a recuperar nuestro Estado: Nabarra, la estrategia para conseguirlo es el único debate que el pueblo vasco se puede permitir. Todo lo demás, ya sean partidos o uniones de partidos o plataformas para participar en elecciones españolas y/o francesas, o cualquier otra alianza o planteamiento político, es infra-estratégico y sólo puede conducirnos a debilitarnos aún más, facilitando la asimilación por el enemigo, España y Francia, de nuestro pueblo, sujeto político de nuestro Estado. Por tanto, hablar de pueblo vasco, nación vasca o Estado vasco, es lo mismo. El ideólogo español Ortega y Gasset lo decía así: “(…) El Estado será también anterior a la persona. Hoy un individuo que no pertenezca a ningún Estado no tiene derechos”, nuestros enemigos lo tienen claro. Por tanto, sin Estado vasco no tendremos derechos como vascos, sin Estado vasco no existe pueblo vasco, su supervivencia es pareja a la del pueblo vasco.

Debemos usar las palabras España y Francia sin complejos o Estado español y Estado francés, sabiendo que son Imperios y por tanto Estados ocupantes del nuestro, el cual existe mientras un solo nabarro lo reivindique, entonces, como Luis XIV, podrá decir “el Estado de Nabarra soy yo”. Este “último navarro” se encontrará casi imposibilitado para hacer frente a las políticas encaminadas a su desaparición física o a su asimilación por el ocupante, pero mientras exista, él será Nabarra.